5.5. TIPOS DE MERCADO
Medición del paro en España y distribución poblacional
- Mercado de competencia perfecta. (Características).
- Monopolio. (Características y ejemplos).
- Oligopolio. (Características, ejemplos, dumping, cárteles...).
- Competencia monopolística (características y ejemplos).
- Monopsonio (Definición y ejemplos. Diferencias con otros tipos de mercado).
5.6 MERCADOS DE FACTORES
Mercados de factores de
producción son: Trabajo, capital y Recursos naturales (Tierra).
a) Mercado de Capital. (Características).
b) Mercado de trabajo. (Características, gráfica).
El mercado de trabajo está
intervenido, ya que el Estado regula las condiciones mediante el derecho
laboral (Definición, derechos del trabajador).
Total
Menores
de 16
Mayores
de 16
Inactivos
Activos
Ocupados
Parados
Tasa de ocupación y Tasa de desempleo o paro.
5.7. Fallos del mercado.
Inestabilidad de ciclos económicos.
Existencia de bienes públicos.
Externalidades.
Competencia imperfecta.
Distribución desigual de renta.
Texto Obligatorio. José Luis Sampedro "Mercado y globalización" (y2)
Desgraciadamente, la perfección de ese mercado teórico nunca se cumple. En
el mundo real nos enfrentamos siempre con un mercado imperfecto en mayor o
menor grado. Es muy raro que el comprador pueda elegir sabiendo lo que hace
porque no tiene información sobre todos los vendedores presentes y, además, no
suele ser experto en conocer bien las complejidades de los productos modernos.
En general, la elección se decide entre unos cuantos vendedores más accesibles,
aceptando lo que afirman sobre las cualidades del producto o dejándose llevar
por la presentación del artículo.
No sólo se elige con esa fragmentaria y azarosa información, sino movidos
casi siempre por eficaces técnicas publicitarias, diseñadas por expertos
interesados únicamente en el beneficio logrado por la venta y no en las
ventajas para el comprador, cuya libertad queda condicionada por tantos
factores. Así, lejos de ser el rey en el mercado e imponer su voluntad, el
consumidor ha de aceptar las condiciones impuestas e incluso muchas veces cede
a hábiles persuasiones, que le convencen de sentir nuevas necesidades, pasando
a demandar productos antes no usados que le han sido «revelados» por la
publicidad o por la presión social.
Por su parte, tampoco los vendedores tienen información completa sobre la
dispersa demanda ni sobre los planes de los compradores. Si a veces tienen
éxito lanzando un producto y logran venderlo bien, en otras ocasiones no
aciertan, o bien yerran instalándose en locales poco atractivos, o se anuncian desacertada
mente o emprenden la fabricación de algo que no es bien recibido, con el
consiguiente despilfarro de recursos productivos. Dicho de otro modo: prevalece
una situación de información asimétrica, que no es igual para todos, y esa
falta de transparencia del mercado entorpece seriamente la función orientadora
de la inversión que, a manera de brújula, posee el mercado perfecto según la
teoría.
Ante tales imperfecciones,la confianza en la mano invisible empieza por
fuerza a evaporarse y se nos muestra más como una creencia providencialista
—una fe de creyente— que como una realidad contrastada. Máxime cuando la vida
diaria nos enfrenta con irregularidades en el mercado y, especialmente, con
situaciones en las que algún participante —generalmente una empresa vendedora—
logra acaparar una parte importante de la oferta, lo que le da el poder de
imponer condiciones sobre el precio o las condiciones de contratación. En estos
casos,bien frecuentes, de competencia imperfecta, la benéfica mano invisible
aparece reemplazada por otra mano perfectamente visible que en alguna ocasión
logra dominar con el poder absoluto del monopolio. Como veremos, bastaría esta
grave imperfección del mercado real para justificar intervenciones externas
correctoras en defensa del interés público, por motivos tanto económicos como
éticos y sociales.
EL
MERCADO NO ES LA LIBERTAD
Cuando, una vez más, alguien nos repita que «el mercado es la libertad» invitémosle
a practicar un sencillo experimento mental, consistente en imaginar que entra
en un mercado a comprar pero no lleva dinero: constatará en el acto que no
podrá comprar nada, que sin dinero no hay allí libertad, que la libertad de
elegir la da el dinero.
Reflexionemos algo más acerca de la libertad. En el mercado se enfrentan y
compiten doblemente intereses opuestos. Los compradores quieren precios bajos,
mientras que los vendedores los prefieren altos, pero, además, dentro de cada
uno de esos grupos sus miembros rivalizan entre sí.
Obviamente los demandantes con más dinero podrán llevarse más fácilmente lo
que deseen, privando, en su caso, a otros demandantes. También los vendedores
más dotados podrán utilizar recursos publicitarios y otros medios para aumentar
su clientela compradora a costa de sus rivales más débiles. Como puede
suponerse, los más fuertes, tanto si son compradores como vendedores,
pretenderán que en el mercado pueda operarse con la máxima libertad, para poder
usar sin trabas sus capacidades competitivas, mientras que los más débiles
desearán limitaciones a esos poderes, sobre todo cuando sean extremos, como en
el caso monopolístico. Esta situación puede generalizarse siempre que haya
enfrentamientos de oponentes desiguales. Y puesto que en el mercado el dinero
es el que da la «libertad de elegir» resulta que en el mercado llamado «libre»
los poderosos efectivamente eligen mientras que los débiles se resignan con lo
inferior o con nada. Aquellos, claro está, no quieren tasas ni intervenciones
correctoras; son los menos dotados —la gran mayoría, dada la distribución de la
riqueza— los que desean controles de calidad, vigilancias contra abusos y demás
posibles defensas.
En los países con sistemas económicos fuertemente planificados (como la
Unión Soviética durante el régimen comunista) era frecuente la formación de
largas colas de compradores en las tiendas para conseguir algunos productos.
Ese hecho se presentaba en Occidente como un atraso molesto y fastidioso que no
afecta a los consumidores de un sistema de mercado. Pero esa supuesta prueba de
superioridad encierra una trampa, al no poner de manifiesto que en los países
occidentales, de mercado sin racionamiento, también existen colas, sólo que
resultan invisibles. Al igual que los mendigos, no perceptibles en las calles
cuando lo prohíben las ordenanzas o se los llevan los guardias para
ocultárselos a los visitantes ilustres, las colas invisibles las integran, sin
formarse materialmente, los compradores atraídos por la oferta, pero que ni
siquiera se acercan a la tienda porque no tienen dinero suficiente para
adqumercado ni en el planificado hay existencias suficientes para abastecer de
todo a todos. La diferencia esencial está en el modo del reparto. Como en el
socialismo planificado la renta estaba repartida con más igualdad, resultaba
forzoso el racionamiento con sus colas; en cambio, en un sistema de mercado la
riqueza se reparte con mucha mayor desigualdad y origina «colas invisibles», porque
sólo una minoría puede obtener los artículos deseados.
Por añadidura, la hipotética libertad de elegir está más
condicionada aún en los casos ya aludidos de competencia monopolística, que
llegan a su máximo rigor cuando sólo aparece un único vendedor. En tales casos,
la opción del comprador carece de libertad: si desea la mercancía ha de
someterse al precio y condiciones que se le impongan. Así ocurre con ciertos
servicios públicos (transportes, comunicaciones, energía, etc.), con minerales
localizados en uno o pocos lugares, con servicios personales que sólo pueden
prestar especialistas y, entre otros casos, con grandes empresas que consiguen
acaparar algún producto mediante maniobras mercantiles. En general, la
publicidad y técnicas afines son medios de caracterizar de algún modo el
producto propio como único y excepcional, lo que se procura sobre todo mediante
las marcas registradas.
La técnica moderna, con actividades que exigen instalaciones industriales
muy costosas y complicadas, junto con las ventajas económicas de la producción
en gran escala, entre otras, fomentan y a veces imponen la creación de grandes
empresas, contra las cuales es muy difícil lanzarse a competir. Con frecuencia
las encontramos dominando los mercados dentro y fuera del país (empresas
multinacionales o transnacionales) y aliándose con otras afines o
complementarias o absorbiendo empresas rivales. Gracias a sus excepcionales
medios técnicos y financieros dominantes consiguen créditos y concesiones
públicas privilegiadas, influyendo en países cuyos gobiernos tienen menos poder
que ellas mis mas y presionando incluso a las autoridades de las naciones más
fuertes. En
suma, los poderosos directivos y sus grandes empresas avanzan en la vida
pateando triunfantes por encima de los pueblos
No hay comentarios:
Publicar un comentario